SEA

Las Rotas, Dénia

Te pido perdón por la tardanza, me he tomado el tiempo que necesitaba para mirar la vida desde fuera y encontrar el momento perfecto para empezar de nuevo.  Es el riesgo que conlleva el cambio, la suerte de aceptar que cuesta madurar, ya sea para bien o para mal.

Me gusta esta historia porque solo está hilvanada y así es como voy a contarla. Corrígeme si me equivoco pero al principio sonaba como la luz de una vela cuando se acaba de encender…

Inconsciente, como siempre, quise que el viento decidiera cuándo apagarla,
pero el tiempo cambió de repente y pasó de largo
sin tomar una decisión trascendente.

Todo empezó sin querer, donde termina el mar de un pueblo puntiagudo y caprichoso. Siempre he pensado que el lugar del que hablo está hechizado bajo un conjuro de cera que solo se deshace cuando alguien lo quema. Mientras tanto, sigue brillando, sobre todo a la luz de las siete y media.

Despertaste mi curiosidad por aguantar la mirada sabiendo que no me gustaba y me diste toda la confianza que pueden tener dos desconocidos 
que no se deben nada. 

Me parece que fue entonces cuando empecé a preocuparme 
por todo lo que tiene que ver contigo. 

Cuando sonó la alarma de la aventura te quedaste en tu lugar y yo empaqueté mi universo para irme a otro. Me fui sonriendo según el plan, 

con un billete de ida y el recibo del último restaurante al que fuimos 

en el bolsillo del vaquero.

Supongo que me has convencido, sigo pensando que a veces que te expones demasiado, pero eres eficaz y te sale todo bien sin pensar… 

Voy a ver si mañana me da tiempo a comprar unas alas,
tal vez así sea más fácil vernos por la noche en un punto intermedio... 

Entonces podremos hablar sobre la altura del cielo o buscar el origen de todo y seguir viviendo igual cuando lo encontremos.

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Fotografía: Marina Alonso y Eugenia Soler

Texto: Eugenia Soler