No
es que me haya quedado sin palabras, es que se estaban sincronizando para
amoldarse a la vez a un nuevo entorno de papel...
Te
saludo de nuevo querido cambio, con la certeza de que nunca sentiré la
frustración de aquellos que buscan una vida normal, con el alma por delante y
más humor del que requiere cada situación. Se podría decir que es una carta de reclamación por hacerme ver que siempre hay más de lo que conocemos y que nada
es bonito o feo por naturaleza, solo depende de cómo y con quién crezca.
Tu enemiga la rutina me dio por perdida el día que me ahogué en la orilla de la playa que más me gustaba, me compré unas botas que llevaban a todas partes menos a casa y unas gafas que lo miraban todo, menos lo que ya había visto.
Fuiste el culpable del crecimiento de un inconformismo innegable que jamás hubiera elegido de forma consciente. Marcaste mi pasión por los signos de interrogación y descartaste la posibilidad de convertirme en una persona adulta que acepta la soledad como pasatiempo.
Me enseñaste que una
poesía solo suena a lo que es si se lee bien, así que buscaré la mejor de mis voces para plasmar la esencia de cada vida que encuentre. Después de todo, creo que todavía puedo salvar el sentido poco común que no he dejado contaminar, el mismo que habla de apoyarse en una pieza inestable y bailar de un lado a otro hasta que, por fin, consigues caerte.
Pero no te culpo, haces que el espejo este en el que escribo sea el resultado de otra aventura, un principio que grita de nuevo en alguna parte, indicando que queda poco para que vuelvan a sonar las ruedas de esa compañera a la que los aeropuertos llaman maleta...
MODELO: BRIANNA TANG
FOTOGRAFÍA Y TEXTO: EUGENIA SOLER
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