Tengo la costumbre de empezar a escribir después de pedir perdón
por lo que pueda ocurrir si sigues leyendo.
A lo mejor te parece arrítmico, prosaico, empalagoso,
avinagrado… o, en el mejor de los casos,
te lo aprendes de memoria para integrarlo en tu pensamiento diario.
Lo cierto es que no me importa demasiado, siempre he pensado que lo singular rara vez es aceptado, suele estar pasado o adelantado de moda.
No pretendo escuchar el sonido de los aplausos, en mi caso,
es un proceso interno a caballo entre lo urbano y lo humano, que le da estabilidad a mis sueños.
Sería más fácil si solo tuviera un sueño aunque,
en realidad, tampoco consiste en soñar,
sino en pensar, ordenar y relacionar momentos que remueven por dentro.
Zuecos, Zara
Suéter gris, leggins y pantalón blanco, Zara.
Bolso y top estampado, Siete pecados (Dénia)
Escribir es un arte viejo que me concede el honor de transformar en relato la historia de todo aquel que quiera contarme sus cosas.
Si no tengo material, contemplo a la gente y divago sobre sus vidas:
La niña que se sienta en un banco a conversar con alguien que ya no está,
la anciana que mira el reloj por curiosidad pero sin prisa,
o el hombre que suplica por que le quiten alguna época de lo bailado...
Observo, escucho, barajo, invento… le doy forma al contenido y,
cuando creo que mi termómetro emocional está a punto de estallar,
vierto palabras casi siempre sin sentido, con la esperanza
de que la inspiración me espere en la próxima estación.
Americana azul Morgan. Camiseta gris Zara.
Falda con puntilla, H&M. Botas Palomitas, en People (Dénia)
Un día te pregunté si me considerabas lo que llamamos 'artista'
y me sonrojé al escuchar:
"Tú no haces arte, eres arte…".
Desde entonces soy más fuerte y escribo con amor,
escribo porque no puedo evitarlo.
MODELO PRINCIPAL: LARA BEICHL
TEXTO Y ESTILISMO: EUGENIA SOLER
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